martes, 9 de octubre de 2012

Aventuras medievales - La Fragua del Dragón 1x04

Capítulo 4

Cuando llegue al lugar que se me había asignado, el mercader estaba feliz pues me entrego el puesto tal como se lo deje, había ganado una moneda de oro fácil, cuando le pague sus servicio se dio la libertad de comentarme con tono burlón.

-Amigo mío, cumplí mi promesa, a todo aquel que me solicito precio le di sin regateo la cifra, como es natural no vendí nada, así como me paso en el tiempo que estuve atendiendo te pasara mientras estés aquí, pues apuesto una moneda de oro a que no se te venderá ni la mitad de tus armas-
Me dijo con una sonrisa, me negué a aceptar la apuesta por que me percate de sus malas intenciones, aún así insistió tanto que cedí sólo para que guardara silencio.

Comenzó a llegar gente a mi puesto, pidiendo ver la espada de la justa, sabían mis condiciones, ni siquiera osaron ofrecerme nada, pues sabían cuanto había rechazado inicialmente, ya que el escudero contó su aventura a muchos de ellos y otros tantos se enteraron rápidamente.

-Y dígame joven, todas sus armas son de la misma calidad que esta que tanta fama a ganado?- me pregunto un entusiasta de las armas.

-Mentiría si afirmara eso, pues las aleaciones del metal son años de pruebas, el filo concedido de diferentes técnicas, pero todas las aquí presentes tienen las mismas propiedades algunas más que otras, la fortuna les entregará según escojan, una arma muy filosa y bastante resistente, una arma irrompible con un filo singular, una arma ligera y afilada con una resistencia media, entre otras combinaciones, sin embargo ninguna reúne todas las propiedades de mi "magna carta" pues en ella aplique todos los conocimientos, experiencias e inspiración que el forjar metal me da- dije lo que sentía, pues era la realidad.

-Cuál es el precio de tus armas joven- me pregunto el mismo.
-Todas las espadas están en tres monedas de oro, los arcos en 2, la docena de flechas 5 monedas de plata, las dagas en uno, los mazos en 2, por último estos 3 escudos cada uno en 3 monedas de oro- el Mercader miraba a todos con la convicción de que nadie me compraría, cual fue su sorpresa, al escuchar su reacción.

-Espadas con almenos la tercera parte de poder que su mejor arma, valuada por el caballero que venció en las justas en 15 monedas de oro, por ese precio!? Dame una espada y un escudo.- me pidió mostrándome la cantidad en oro que solicite

Así empezó la venta de mi equipamiento, varios de los que estuvieron presentes quería llevarse una de mis espadas, todo el equipo que exhibía se vendió en ese mismo día e incluso los escuderos de la justa estaban allí, para obtener para sus amos, alguna de mis armas, cuando vendí el último par me tome un receso para tomar alimentos, anuncie que la subasta sería a mi retorno, pues no demoraría en comer y beber, algunos me invitaron a los bares locales, pero yo llevaba conmigo mis alimentos y bebida, aún que me fue muy bien en la venta, gane exactamente lo quería, estaba feliz de terminar pronto con mi faena, pues tenía mi segundo objetivó con la casamentera.

Al cabo de un rato después de comer carne, queso, pan, fruta y abundante agua de la montaña, hice sonar un cuerno para anunciar el inicio de la subasta, lo toque cinco veces, anunciando entre cada uno mi intención, para mi regocijo personal la cantidad de gente que se reunió, eran de mi agrado, pues algunos ya llevaban consigo mi mercancía y otros llegaron exclusivamente a por "la espada de la justa" como la llamaban.

-Buenas tardes amables caballeros, permítanme informarles que, da inició la puja por mi arma más fuerte, años de dedicación y trabajo me llevaron a desarrollar, todos los elementos que logre reunir en equilibrio solo en esta arma, los que están aquí y se han llevado mi equipo saben el precio del mismo y como tal, pido 3 monedas de oro por mi espada, quien da más-

Se hizo un silencio, todos los presentes creían e incluso juraban que empezaría pudiendo 15 oros, pues fue el precio que todos llegaron a enterarse que rechace, pero mi espada no puede ser sólo para quien tenga más riquezas, incluso el más humilde de los hombres merecía la oportunidad de poseerla.

Antes de que nadie pudiera reaccionar se acercó a mi el Mercader, extendió su mano y me entrego una moneda de oro.

-Joven, te entrego lo que siempre fue tuyo, pues mi avaricia cegó mis ojos a tu talento, te deseo suerte pero no me atrevo a ver el precio final de tu espada, pues seguramente me invadirá una rabia que no es digna de un viejo. Adiós- me dijo y se retiró de allí, mientras que la gente empezó a gritar ofertas con entusiasmo, a llegado la hora de conocer al portador de mi preciada arma.


Fin del capítulo 4

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